Comentario
Capítulo LXXI
De lo que pasó en la ciudad del Cuzco, y de cómo salió de ella contra los indios Almagro y Hernando de Soto y llegó Gabriel de Rojas
El capitán Quizquiz y los guamaraconas habían platicado de volverse al Quito, mas con acuerdo de los sacerdotes de los templos y de los antiguos orejones se determinó de tornar a mover guerra a los cristianos que, a pesar de todos ellos, se estaban en el Cuzco a su placer; y habiendo juntado muchos indios de las comarcas, armados de sus armas, revolvieron sobre la ciudad dando gran grita para atemorizar los cristianos. Mandó Almagro apercibir cincuenta caballos y peones y con ellos y con Soto salió a los indios a les dar batalla, los cuales volvieron las espaldas, aunque eran tantos que es vergüenza decirlo: Retrajéronse hacia la puente de Apurima donde los alcanzaron los cristianos y mataron e hirieron a muchos de ellos. Por ser tarde durmieron los nuestros allí, partiendo luego por la mañana en seguimiento de los indios, a los cuales fueron dando alcancer hasta Bilcas, lugar donde habían grandes y suntuosos edificios, como tengo contado en la primera parte. El Quizquiz, con los que le siguieron, se dio prisa andar hasta que, llegado al valle de Xauxa, pensó de matar los cristianos que allí estaban con el tesorero Riquelme y destruir la nueva ciudad.
Había llegado Gabriel de Rojas, y nueva de que el adelantado don Pedro de Alvarado había desembarcado en Puerto Viejo con muchos caballeros y españoles, y el piloto Juan Fernández venía descubriendo por la costa con un galeón. Supo por los indios Riquelme cómo Almagro estaba en Bilcas; envióle aviso de estas nuevas con un negro e indios. Como lo supo, para certificarse enteramente mandó a los españoles llamados Juan Núñez de Santa Marta y Alonso Prieto que llegasen a Xauxa y volviesen luego con el aviso donde les quedó aguardando.
En esto el Quizquiz había preso más de sesenta anaconas de los españoles, salió con los caballos y peones que pudo juntar y con muchos de los anaconas. Peleó con los indios, los cuales le hirieron a él y a su caballo; y no pudiendo prevalecer contra los españoles el Quizquiz, después de haber muerto los anaconas e indias que había, se fue con los guamaraconas la vuelta del Quito sin haber podido salir con ninguna cosa de lo que pensó. Alababan que fue capitán de mucho ánimo y de gran consejo y muy sabio. Matáronlo los mismos guamaraconas que con él iban cerca del Quito, en el pueblo de Tracambe.
Los dos españoles que envió desde Bilcas don Diego de Almagro llegaron a Xauxa y con lo que supieron dieron la vuelta. Pues como Almagro acabó de entender ser cierta la entrada de Alvarado en el reino, temiendo no ocupase las provincias septentrionales donde creían haber grandes tierras y muy ricas, después de lo haber considerado, determinó de, a las mayores jornadas que pudiese, ir a San Miguel para determinar desde allí lo que mejor le fuese, pareciéndole que el negocio era tan importante que no sufría dilación, para dar aviso a su compañero y aguardar su mandado. Con correos le envió a toda furia el aviso de todo lo que pasaba, y al capitán Hernando de Soto mandó que se estuviese algunos días en aquellos aposentos de Bilcas, teniendo aquella frontera contra el capitán Incorabayo, pues ya el Quizquiz sabían ir desbaratado de todo punto. Hecho este proveimiento, partió a más andar a la ciudad de Xauxa, donde habló con Gabriel de Rojas y le mandó que se fuese luego para el Cuzco a dar cuenta a Francisco Pizarro de su venida, y partió hacia Pachacama, yendo con él Alonso de Morales, Juan Alonso de Badajoz, Juan Cerico, Juan García de Palos, Francisco López y un peón llamado Juan Baca. Y anduvo hasta que llegó a aquel valle donde se quedó Alonso de Badajoz y con él los demás; a grandes jornadas fue por el camino real de los llanos, deseando tener nuevas de sus naves que por días aguardaba que de Panamá hubiesen venido. Con este deseo llegó al hermoso valle de Xayaroque, donde encontró con algunos españoles que habían venido hacía pocos días y supo de ellos como el adelantado don Pedro de Alvarado, luego que desembarcó en la costa de Puerto Viejo, se metió la tierra adentro camino del Quito, enviando a Juan Fernández, su piloto, capitán del galeón, a descubrir la costa adelante por el levante.
Cobró mucho enojo, contra Fernández, Almagro, porque había sabido fue gran parte para que Alvarado se moviese de su gobernación a venir al Perú. Escribió a Nicolás de Ribera y a los más que estaban en Pachacama que si tomase tierra y lo pudiesen haber a las manos que luego, sin más aguardar, lo ahorcasen; y él prosiguió su camino hasta entrar en la ciudad de San Miguel, donde, como supo Belalcázar, haber salido sin mandato del gobernador le pesó, amenazándole malamente; y tales hubo de los que estaban mal con Belalcázar que porque más se indignase contra él afirmaban que iba alzado y con voluntad de se juntar con Alvarado. Pareció al mariscal que no requería parar mucho sino diligentemente andar para tomar en sí la gente que tenía Belalcázar antes que Alvarado saliese al Quito y, con más compañía de la que metió, salió de la ciudad, y anduvo hasta que llegó al Quito a tiempo que andaba Belalcázar buscando el tesoro que le dijeron haber en Cayambe y lo que le mostró el indio cáñare. Y mandó luego a su alférez Miguel Muñoz, que fuese a le llamar a él y a toda la gente. Y con tanto volveré a tratar de don Pedro de Alvarado.